MUNOZ

fui a la tienda de Sant Cugat porque mi hermana me dijo que tenía ediciones chulas y, la verdad, yo iba con el chip de "no voy a comprar nada" por lo que había oído. Al entrar me gustó el olor a libro nuevo, las tapas, el papel... eso es cosa mía, me atrapa. Me llevé un libro que ya había visto online pero quería tocarlo —y qué diferencia, el lomo, la textura, pesa bien—. El personal estaba hablando entre ellos cuando llegué, sí, pero no fue incómodo; tardaron un momento y luego uno me atendió con calma, respondió a mis preguntas y hasta recomendó otro título parecido (cosas así no pasan siempre). Le pedí una bolsita porque lo quería llevar limpio y sin marca, me pusieron una de papel cuando se lo pedí, sin drama. Vale, el precio era un pelín más alto que en la web, eso es cierto, pero prefiero pagar un poco más por verlo en vivo y por la sensación de sostenerlo. Me fui contento, con la bolsa, con el libro en el metro hojeándolo un poco, pensando en mandarle foto a mi amiga que me lo había recomendado. En resumen: me sorprendió para bien, me alegró encontrar una tienda física así en la ciudad y salí agradecido, con ganas de volver y curiosear más.